Los nervios faciales constituyen el séptimo par del total de doce pares de nervios craneales que existen. Situados a ambos lados de la cara, son los que se encargan de controlar la movilidad de la mayor parte de los músculos de la cara, incluidos los de la frente, por lo cual puede afirmarse que son los responsables de toda nuestra gesticulación, de nuestras expresiones y muecas. Nuestras emociones, pues, se reflejan en el rostro merced a la actividad de estos nervios faciales. Asimismo, inervan y controlan el funcionamiento de las glándulas salivales de la cavidad oral – estimulan la secreción de las glándulas submaxilares y sublinguales- y también las glándulas lagrimales, por lo que se encargan de mantener lubricados los ojos. Además, estos, nervios también se encargan de transmitir al cerebro las sensaciones gustativas percibidas en las dos terceras partes anteriores de la lengua, y son responsables también de la sensibilidad del oído externo. Los nervios faciales tienen sus núcleos de origen en el tronco encefálico, concretamente en la protuberancia y el bulbo raquídeo. Salen del tronco encefálico y, tras atravesar el hueso temporal del cráneo (donde se hallan alojados los oídos medio e interno), salen del cráneo a través de un pequeño orificio denominado agujero estilomastoideo para, luego, dividirse, ramificándose en abanico hacia ambos lados de la cara por delante de la orejas, para inervar las distintas partes de la cara, algunos músculos del cuello, la cavidad oral y el oído externo.
Los trastornos de los nervios faciales pueden ser debidos a fracturas que afectan a la base del cráneo y a lesiones de la cara y del oído medio, así como traumatismo de nacimiento o de índole quirúrgica. Todos estos trastornos tienen como consecuencia la parálisis, la debilidad o la aparición de tics faciales en el lado afectado. Asimismo, los rasgos faciales pierden su disposición simétrica, la boca cae hacia una de las comisuras y los párpados no pueden cerrarse de la forma debida (lo que puede dar lugar a sequedad en los ojos y la boca).
También puede presentarse una pérdida del sentido del gusto. Cuando la afección se produce sin que conozca la causa, se denomina parálisis de Bell. Esta enfermedad se pude presentar de manera repentina o bien desarrollarse a lo largo de varios días, pero, a menudo, suele haber una desencadenante anterior, como el estrés, la fatiga o un resfriado común. En la mayoría de los casos mejora por si sola en cosa de meses. La aplicación de un rápido tratamiento con corticosteroides puede contribuir a la recuperación.
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